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RECIHYS - Revista Cientíca de Ciencias Humanas y Sociales
afectivos, cognitivos y físicos, los cuales pueden ser difí-
ciles de enfrentar y, en ocasiones, pueden tener un impacto
negativo en su bienestar.
Durante la adolescencia, el individuo pasa por un pro-
ceso en el que debe asumir responsabilidades propias de la
adultez y dejar de lado sus roles infantiles, por ende, crea
una discrepancia entre la independencia deseada y la conti-
nua dependencia de los padres (Coleman y Hagell, 2007).
En este contexto, la resiliencia juega un papel fundamental,
ya que actúa como una herramienta para afrontar y adaptar-
se a estos cambios (Garmezy y Masten, 1994).
Las actividades deportivas permiten que las personas
consigan herramientas valiosas para su capacitación y de-
sarrollo integral, adquiriendo actitudes, valores y compor-
tamientos sociales que pueden ayudar a mejorar las relacio-
nes interpersonales. Además, el ejercicio crea un entorno
favorable para impulsar conductas resilientes basadas en el
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de la intensidad, el esfuerzo y la perseverancia (Axmann,
Macchiott y Tosello, 2013).
Además, los programas deportivos que enfatizan el
compromiso y la responsabilidad están diseñados para fo-
mentar la independencia de los participantes, promoviendo
su capacidad para tomar decisiones y desarrollar habili-
dades de liderazgo. En estos programas, los participantes
asumen roles de liderazgo al establecer y administrar los
planes de instrucción (Hellison, 2003).
Medición de la resiliencia
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intervención. En tal sentido, en la actualidad, disponemos
Existen varios instrumentos para evaluar la resiliencia
(Windle, Bennett y Noyes, 2011). Uno de los más destaca-
dos es la Escala de Resiliencia (RS-25), desarrollada por
Wagnild y Young (1993) y Wagnild (2009), que tiene como
objetivo medir el grado de resiliencia individual, entendida
como una característica de personalidad positiva que faci-
lita el acomodo a situaciones adversas. Esta escala fue una
de las primeras herramientas en ser desarrolladas y con-
virtió en una de las más utilizadas y precisas para medir la
resiliencia (Damásio, Borsa, y da Silva, 2011).
De hecho, Wagnild (2009) realizó una revisión de 12
estudios que utilizaban la Escala de Resiliencia de Wag-
Cronbach que oscilaba entre 0,72 y 0,94, lo cual respal-
revisión, esta escala se validó tanto en población clínica
(Wagnild, 2009) como en población general de ambos se-
xos (Lundman, Strandberg, Eisemann, Gustafson, y Brulin,
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no, 2009), abarcando desde niños y adolescentes (Pesce,
Assis, Avanci, Santos, Malaquias y Carvalhaes, 2005) has-
ta ancianos (Ahern, Kiehl, Sole, y Byers, 2006; Windle,
Markland y Woods, 2008).
La resiliencia medida con la Escala de Resiliencia de
Wagnild y Young parece correlacionarse con la edad, pero
2012). La versión de 25 ítems de esta escala fue traducida
al español y validada en mujeres hispanohablantes que re-
sidían en Estados Unidos (Heilemann, Lee y Kury, 2003).
Paraguay tiene una población aproximada de 6,7 mi-
llones de personas. El 39% de ella está representada por
niños, niñas y adolescentes menores de 18 años (Secretaría
Este dato toma importancia porque más del 50% de los
niños, niñas y jóvenes viven en la pobreza. 1.100.000 de
2.600.000, que es mayor en pueblos indígenas, zonas ru-
rales y urbanas marginales. La pobreza infantil tiene una
consideración especial y forma parte de cualquier política
de desarrollo, debido a que, si queremos obtener jóvenes
productivos, que puedan desarrollarse y crecer de manera
positiva dentro de la sociedad, se debe aumentar la inver-
sión en el desarrollo de ellos en su primera infancia y pos-
terior crecimiento. Poniendo como prioridad la prevención
de enfermedades y de la mortalidad infantil y materna, así
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El país posee principalmente habitantes jóvenes, ya que
una de cada cuatro personas tiene entre 15 a 29 años. Se-
gún el sondeo de hogares, hay 100.000 adolescentes (15-
19 años) que nada más trabajan (y no estudian) y 257.000
jóvenes (15-29 años) que no estudian ni trabajan. El primer
grupo reduce su crecimiento hacia el mundo profesional al
desistir del estudio para trabajar, mientras que el segundo
grupo tendrá inconvenientes para introducirse a la sección
productiva. Estos 357.000 adolescentes y jóvenes coope-
raran a conservar las desigualdades, la carencia y pobreza
En las zonas más vulnerables de Paraguay, escogen por
dejar la escuela por sus condiciones y el nulo apoyo, lo que
los lleva a caer en la desidia, esto debido a que en esas zo-
nas son más frecuentes las desigualdades socioeconómicas,
En toda la comunidad, trabajan de modo informal para
contribuir con sus padres e inclusive subsistir, por ende,
estos niños y jóvenes no pueden desarrollarse completa-