“Yo peleo por los principios”


Fighter for Principle


TANIA ORBE MARTÍNEZ,
IColegio de Comunicación y Artes Contemporáneas, Universidad San Francisco de Quito, Av. Diego de Robles y Vía Interoceánica
torbe@usfq.edu.ec


Susana Cabeza de Vaca no tiene pelos en la lengua. Recuerda con humor cada episodio vivido como un aprendizaje, una meta lograda. Su oficina es amplia en la Mariscal, en pleno centro norte de Quito. La edificación es tan antigua que el piso tiembla cada vez que pasan buses por afuera.

SU PERFIL
Susana Cabeza de Vaca lleva 20 años de directora en la Comisión Fulbright en Ecuador desde 1998. Antes fue profesora de Marketing y Decana de la Escuela de Administración para el Desarrollo en la Universidad San Francisco de Quito. Cuenta con una amplia experiencia comercial en mercadeo, administración de recursos humanos y capacitación corporativa para Textiles Nacionales, S.A. de Quito, Chase Manhattan Bank y Peace Corps.

Pero su formación académica no es en finanzas sino en literatura. Se especializó en el romance y los idiomas clásicos, que estudió y enseñó en la Universidad Estatal de Michigan. Recibió el B.A. de Kalamazoo College, donde era estudiante de pregrado Fulbright, y la maestría de

Michigan State, donde fue candidata para el Ph.D.

Susana fue invitada como ejecutiva en residencia para enseñar en el Instituto de Tecnología de Georgia. Ella tiene un interés especial en la educación ambiental y es miembro de las juntas de dos ONG ambientales, así como en temas de la sociedad civil. Bajo su dirección, la Comisión ha ampliado el acceso al Programa Fulbright mediante un reclutamiento agresivo fuera de las ciudades principales y mediante la asignación estratégica de estudiantes con alto potencial a la escuela de inglés de la Comisión en el sitio. Obtuvo importantes fondos del Gobierno de Ecuador para ampliar el programa en 2006. En 2007, se ausentó de la Comisión para unirse al Gabinete del Presidente Correa, en calidad de Ministra de Producción. Regresó a la Comisión en mayo de 2009.





¿Nos cuesta identificar nuestras virtudes?
Uno se describe como quisiera ser, quizá no como es. Yo siempre digo que mis defectos son mis virtudes. Yo soy muy pegada a la familia. Yo crecí en un hogar diferente al común denominador en Ecuador. Mi mamá era gringa, hija de español nacida en Estados Unidos.
¿Cuáles son las lecciones de sus padres que le marcaron en la vida?
Mi mamá era muy exigente a nivel académico. Por ejemplo, de niñas no podíamos salir de la casa el sábado si no traducíamos el editorial de ese día del diario El Comercio. En realidad, no era un sacrificio. Me encantaba esa tarea. Mi mamá era profesora también
¿Y una lección del papá?
Cuando yo tenía 15 años, mi papá era diputado en el Senado. Y le comenté que necesitaba la cédula. Enseguida me dijo: mañana temprano te acompaño. Fuimos a la oficina del Registro Civil al centro. Me explicó a dónde debía dirigirme. Me dejó haciendo la fila de la calle Flores y me dijo: “si te da hambre hijita, comerás con esto”. Me entregó dinero y se fue. Mi padre jamás usó el poder para nada. Apenas tenía 15 años y con esa experiencia aprendí tanto del país que no conocía, aprendí sobre la discriminación. Había gente que estaba haciendo fila ya 4 días. Indígenas que habían dejado a sus hijos encerrados en la casa, en Cayambe. Personas que no recibían atención porque eran indígenas.
¿Quizá esta primera experiencia fue el motor para trabajar siempre vinculada al desarrollo humano?
Creo que sí. En mi hogar, por ejemplo, teníamos amigas judías. Muchos años después, fui a visitar a la mamá de una amiga y ella me dijo “fuiste la única amiga de mi hija”. Pensé que era una exageración, pero no. Entonces supe que la mamá de mi amiga había estado en un campo de concentración.

¿Cuál era la religión de su familia?
Ninguna. No teníamos una religión de cabecera. Todos nacimos católicos pero mis padres no nos obligaban a ir a misa. Había un colegio que tenía un uniforme azul con una capa roja que me encantaba. Un día le dije a mi papá “quiero ir a ese colegio” solo por la capa. Y mi papá me respondió: “hija mía, en colegio de monjas, sobre mi cadáver”.
Entonces, nunca tuvo un dogma impuesto.
Yo soy creyente. Creo que hay una fuerza superior para la creación de todo.
¿Qué hay sobre el apellido?
Mi apellido es peculiar, hasta hoy la gente se ríe. No es un apellido común. Con el tiempo descubrí que el apellido viene de la batalla de Las Navas de Tolosa de 1210. Cuando alguien quiere insultarme, recuerdo el origen de mi apellido. Me siento bendecida por la fortaleza que me dieron mis padres desde el hogar. Mi papá y mi mamá siempre estaban juntos. Con todas las ocupaciones de mi papá, él nunca dejó de ir a los programas de colegio en que participábamos mis hermanas y yo. Mi papá aún vive. Tiene 97 años.
¿Si en el colegio participó en el club de periodismo, por qué no estudió esa carrera?
Una vez vino de visita una periodista estadounidense al colegio Americano que me dijo: jamás seas periodista. Y me descorazonó. No había muchas opciones para las mujeres, la mayoría seguía secretariado. En mi generación, promovimos que se cree la especialización de ciencias sociales porque no queríamos seguir secretariado. Pero no seguí periodismo, aunque sí me gusta la investigación. Seguí literatura. Entrevista
Pero su trayectoria ha sido en negocios, ¿qué pasó con la literatura?
Nunca he hecho nada en literatura. Creo que debido al divorcio. ‘Mi difunto ex’, como yo le digo, estudiaba economía. Yo siempre le leía





sus trabajos, lo criticaba y me interesaba. Fuimos a vivir a Brasil porque se ganó una beca para sus estudios. Pero la beca no alcanzaba ni para comprar fréjol. Tuve que buscar trabajo pero no tenía ni contrato ni permiso para hacerlo. Y no descansé hasta conseguir el permiso tras plantarme en la oficina pública que los emitía. Entonces, me involucré como traductora con una empresa que representaba un banco pero allí también empecé a elaborar informes económicos porque los demás no sabían como hacerlo del portugués al inglés. En cualquier lugar en que he trabajado, nunca me ha gustado hacer quedar mal a la institución.
¿Qué relación encontró entre la literatura y la economía?
En ese trabajo me di cuenta del valor de la educación porque la relación está en el análisis, ese pensamiento analítico que uno desarrolla en la literatura se puede pasar a cualquier ámbito.
Después de una vida entera vinculada a la educación y al desarrollo, ¿qué cree que le falta por hacer?
Quiero aprender bien el alemán porque qué tal si Dios es mujer. Yo tengo algunos reclamos por hacer, por ejemplo por qué puso yuca en los países más pobres. Es un alimento que llena pero no nutre. Dejé de leer mucho tiempo. Ya no tengo televisión y he retomado la lectura. Eso es algo que ya empecé a hacer.
¿Qué agradece del divorcio?
Yo me casé con un norteamericano. Creí que no iba a tener actitudes latinas pero no fue la persona que apoyaba mi desarrollo. Él no cumplió con su palabra. Yo lo apoyé en sus estudios pero yo no pude terminar mi Ph.D en literatura. El divorcio es un duelo, es la muerte de una relación aunque ahora la sociedad quiere apurar las cosas. El divorcio hace la vida dura pero me enseñó a no depender. Eso también es malo porque yo me volví demasiado independiente y no quise saber de nadie más.

¿Cuál es el riesgo de ser muy independiente y perseverante?
Uno tiende a pelear. Yo peleo por los principios. Pero, inconscientemente, uno aleja a las personas que quizá pudieran haber sido otra pareja. Yo tuve un enamorado en el colegio y cuando me gané una beca para estudiar en Estados Unidos, un día me dijo que “me daba permiso para irme a estudiar”. ¿Cómo así? Las únicas personas que debían darme permiso eran mis padres. No es fácil relacionarse con una mujer independiente.
¿Cuál es su mayor satisfacción en el ámbito laboral?
Creo que he tenido una suerte increíble en la vida. Uno tiene que dar a los demás si ha nacido con ventajas en la vida. Cuando trabajé en una empresa textil, eran 1200 obreros, un día visité el comisariato y vi en la despensa fideos y papas, nada de proteína cuando la fábrica operaba 24 horas al día. Entonces, me involucré en la nutrición de los empleados. Hice los primeros cursos para mujeres aunque ellas estaban interesadas más en aprender decoración de pasteles.
¿Cómo fueron esos cursos?
Me di cuenta que el hombre recibía su sueldo, la mujer le rogaba que le dé para la comida si no se emborrachaba antes. Por eso, luego hicimos un curso de costura para las mujeres. Eso casi causa una huelga entre los obreros porque ellas empezaron a generar su propio ingreso y eso les dio independencia. Entonces obligué a los miembros del sindicato a tomar el curso para involucrarlos y cuando terminaban salían con diseños de ropa para sus hijos. Para mí ese es un gran logro, haber cambiado los esquemas, los paradigmas. Cuando se hizo el hotel Oro Verde en Quito, el ahora llamado Swissotel, ganamos un concurso para hacer la mantelería del hotel. Entramos a ese negocio no para ganar dinero sino para que nuestros obreros miren sus obras y reconozcan que son capaces de producir telas del primer mundo.





¿Quizá su vida personal ha quedado desplazada por dedicarse a los demás?
No lo creo. Yo quería estudiar ballet cuando era niña. Mi mamá me dio mil excusas para negarme esa posibilidad. Pero no quería quedarme con esas ganas. Cuando estuve en Brasil, me metí a estudiar ballet a los 30 y pico de años. Bailé, me presenté. Hice lo que en mi infancia no pude hacer.
Quizá una frustración más grande que tengo es que he dejado la música. Ya no tengo tiempo para tocar el piano. Hasta fui parte de un coro. He dejado el piano y el coro.
A todos nos falta tiempo, ¿cómo manejarlo?
Ahora no sé manejar el tiempo. Creo que antes lo dominaba mejor. La universidad te da la idea de que tienes libertad. Aunque sea mentira, hay esos espacios en que uno toma un café con un amigo, hay intercambio con la gente. Extraño mucho ese ambiente de la universidad.
¿Qué está haciendo para mejorar su manejo de tiempo?
En el 2017, me dio un patatús. Trato de no estresarme, de salir temprano del trabajo. Leo mucho.
¿Cómo no estresarse?
A mí me gusta el teatro. Cuando era soltera, iba sola a las obras porque ninguna de mis amigas quería ir porque tenía miedo. Somos una sociedad de miedos y no podemos dejarnos dominar por el miedo. Mucho del estrés que tenemos responde al miedo.
¿Cuáles han sido sus mayores dificultades?
Nunca he creído que exista algo que no pueda resolver. Recuerdo que cuando empecé a trabajar en la fábrica textil, era la primera mujer ejecutiva en esa empresa. A mí me había contratado el dueño de Estados Unidos que no pasaba en Ecuador. No me dieron oficina y nunca me asignaron una. Aproveché la renuncia de otro funcionario y ocupé su espacio. Los demás ejecutivos no hablaban conmigo. Mi función era diseñar planes de capacitación. Los jefes nunca fueron

groseros conmigo pero no me daban información. Así que iba a cada área para aprender cómo eran sus procesos. ¿Y la relación entre mujeres?
La peor enemiga de la mujer es la mujer. Muchas veces he escuchado denigrar el trabajo de una secretaria. Las mujeres no reconocen los méritos de las otras. Yo siempre he sido respetuosa de la gente. Pero nunca he llegado a entender esta actitud de competencia entre mujeres.
¿Cuál es su mayor arrepentimiento?
No creo tener uno en especial. Pero sí me molesta no haber terminado mi Ph.D. Yo iba a acabar y me dieron la opción de dar un examen y graduarme. Lo curioso es que tenía que justificar por qué salí del mundo académico, era como presentar una excusa de por qué dejé los hábitos de la academia. Y pensé que no tenía por qué pedir disculpas de lo que he hecho en mi vida. Entonces, no me gradué. Cuando estudiaba literatura, llegué a un punto de perder la delicia de leer porque uno identifica huellas de otros autores en cada escritor.
¿Hasta cuándo piensa trabajar?
Creo que ya estoy llegando a una etapa final en la comisión, uno o dos años más máximo. Cuando me llamó el presidente Rafael Correa a formar parte de su gabinete, estaba en un momento en que necesitaba hacer algo nuevo para no aburrirme. En ese tiempo, perdí gente muy valiosa. El equipo de Fulbright se desarmó. La Comisión ha sido líder en apoyar áreas que nadie más lo ha hecho. Fue la primera en apoyar medio ambiente cuando nadie hablaba de eso. Gracias a una beca Fulbright, Ecuador tuvo su primer abogado ambientalista. También fuimos pioneros en apoyar el cine.
¿Y luego qué piensa hacer?
Quiero retomar la música. Tal vez tome clases de pintura. Me gusta mucho la naturaleza. Buscaré algo en que pueda ayudar. Quisiera ser buena en matemáticas para ayudar en eso, para que el país mejore y podamos entrar verdaderamente al mundo del siglo XXI.